viernes, 14 de marzo de 2014

ENVIDIOSAS Y ENVIDIADAS :P



¡Qué mala es la envidia! Ese veneno que corroe las entrañas de quien la padece y que enferma el alma, arrasando con cualquier sensación de felicidad y bienestar…

Ser envidiosa es uno de los peores sentimientos que puedan tenerse, pero…
Ser envidiada también puede acabar provocando sufrimiento y soledad.

La mujer que siente envidia sufre odiando las virtudes de las demás,angustiada por no encontrarlas en sí misma.  Incapaz de enfocarse en ser feliz, elige desfavorecer a las demás ante el resto del mundo.

Pero, ¿cómo se siente la mujer envidiada?
Esa mujer que, sin proponérselo, destaca del resto por su belleza, su inteligencia, su talento…  o simplemente, por llevar una vida feliz.  Ella también sufre, sin merecerlo.

Cuando una mujer brilla con luz propia, algunas mujeres se sienten amenazadas, llegando a hacerle el vacío, a criticarla… y hasta ridiculizarla. Recordemos la leyenda de “La luciérnaga y la serpiente”, donde la serpiente odiaba a la luciérnaga y la perseguía día y noche, sencillamente, porque no soportaba la luz con la que brillaba.

Cuando te sientes desplazada y rechazada durante mucho tiempo, acabas sintiéndote culpable de ser tú misma, de que las demás se sientan mal estando a tu lado, de aquello que te caracteriza y te hace especial.  Llega un momento en el que desearías que tu luz se apagase, para no sentirte ni tan sola ni tan perdida, para ganarte la aceptación del grupo.

Pero, ¿acaso es tu culpa el haber sido bendecida con cualidades?  ¿Acaso no has sido tú la que ha cultivado tus virtudes, la que se arregla por las mañanas, la que ha trabajado duro para que hoy te vaya bien en tu trabajo, en tu vida?  ¿No has sido tú la responsable de convertirte en la mujer que eres hoy?  ¿Crees que le debes algo a alguien?
Detrás de las cosas buenas de tu vida hay esfuerzo y dedicación.  No te sientas en deuda con nadie.

Tú, como la luciérnaga, eres dueña de tu vida. Tienes todo el derecho a brillar, a resplandecer, a destacar en todo lo que la vida te permita, a no dejar que nadie apague tu luz, jamás. Las demás son responsables de su propia vida y de buscar su felicidad.

Ninguna persona que desee hacerte sombra es digna de ser tu amiga.
La mujer que culpa a las demás, no sólo no se gusta a sí misma, sino que no tiene el valor de mirarse al espejo y enfrentarse a sus fantasmas, a mejorar aquello que no le gusta, ni de sí misma, ni de su vida. Y ése no es tu problema.
Seamos mujeres de corazón noble y humilde, pero no nos sintamos responsables de las carencias ajenas.

Despreocúpate y vive feliz. Si naciste hermosa, disfrútalo;  si eres inteligente y habilidosa, poténcialo;  si tu vida es feliz y armoniosa, no te sientas culpable.  Rodéate siempre de personas que te quieran de verdad, que se alegren de tus logros y de tu felicidad y que compartan la suya contigo.


Si cada una de nosotras se atreviera a brillar con su propia luz, ni en un solo rincón del planeta reinaría la oscuridad.


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