Cuenta la leyenda, que hace muchos años existió una doncella que soñaba con volar, deseosa de aquel milagro pidió muchas veces para que Dios pudiese cumplirle aquel favor. El volar se había convertido en el más anhelado sueño que podía existir en su vida.
Deseaba sentirse libre y alejada de los problemas que día a día iban convirtiendo su vida en un triste cuento caótico. Amaba sentir como el viento chocaba sus mejillas y junto a ello alejaba los torbellinos de cada día. Sólo ansiaba ser una observadora distante de lo que ocurría en la tierra.
El día de su muerte, sus seres más queridos lloraban su partida, nadie sabía que estaba haciendo lo que más quería. Su alma sincera y noble volaba libremente por los paisajes más bellos y finalmente pudo sentirse plena, feliz, tranquila. Es verdad que muchas veces aquel deseo sólo se consigue cuando la calma llega a nuestra alma y deja en su camino el dulce sabor de lo vivido, de lo compartido, de lo amado.
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